lunes, 3 de septiembre de 2012

"25° Festival Internacional Universitario de Blumenau 2012"

RESUMEN DE LOS ANÁLISIS REALIZADOS EN EL FESTIVAL DE BLUMENAU 2012

Por: 
La profesora, critica y Dramaturgista;  M. Soledad Lagos, Dr. Phil. - Santiago de Chile

Observo en la pieza una constante tensión entre estos campos, además de un enfoque dividido por géneros, respecto de lo privado y lo público. En la familia de los Mazzone, los diálogos que presenciamos entre el padre y el hijo están todo el tiempo condicionados por la imagen que, en lo público, ellos se encargan de proyectar de sí mismos. Vemos también al comienzo a una hija demasiado carente de afecto, que se siente poco importante para su hermano y su padre y, entre otros motivos, quizás por eso instala la tragedia a partir de una calumnia contra el novio que decide dejarla, calumnia que se le viene en contra, conforme avanza la obra y, por último, vemos a un hijo que es entrenado en lo que el padre considera que es fundamental que aprenda, para convertirse en alguien respetado en el espacio de lo público.
Por otro lado, en la familia de Hipólita todo el tiempo el espacio privado está operando como espejo de una sociedad que basa su convivencia en la violencia explícita. Es llamativo ver cómo se relaciona la madre con sus hijos, siempre enfatizando que ella, como mujer, no les va a dar lecciones de lo que ellos tienen que hacer, porque los hombres saben lo que hay que hacer, en tanto, a la vez, los guía hacia la consumación de la tragedia que ha planificado cuidadosamente por venganza. 
Es interesante asimismo el modo en que la obra no sólo juega con la intertextualidad, en el sentido de hacer referencia a Titus Andronicus, de Shakespeare, escrita en 1593 y estrenada en 1594, sino también a la ópera “La violación de Lucrecia”, con música de Benjamin Britten y libreto de Ronald Duncan, estrenada en 1946, que, a su vez, se refiere tanto al texto homónimo escrito en 1931 André Obey como al poema de Shakespeare, para evidenciar el tema de la venganza y la violencia, trasladado a un ámbito urbano, en el que conviven los modos de vivir y entender la vida de dos familias de diferentes extracciones sociales, cuyos destinos se entrecruzan en forma fatídica a consecuencia del mecanismo que Lucrecia se limita a graficar, el de la violencia desencadenada a partir de la sed de venganza. Postulo que Lucrecia crece en un ambiente de violencia soterrada, pero violencia al fin, en el que sólo hay lugar para hombres racionales y exitosos y donde no caben los berrinches de una jovencita ávida de cariño, de modo que su forma de comportarse es también reflejo de un entorno donde las mujeres o bien son objetos de deseo o bien son niñas (“la pequeña Lucrecia”, la llama su padre y también más adelante en la obra, Hipólita, la madre de Andrés, que la reduce a un objeto en el que concretará su propia venganza por el suicidio de Andrés, que en realidad fue un asesinato, en tanto se asesinó su imagen en el espacio público, donde pasó de un día para otro a ser tildado de “violador”, algo que, se nos sugiere, no fue capaz de resistir).
Muy creativa considero la estrategia de recibir a los espectadores con unos dulcecitos, que terminan siendo metáfora para los cuerpos muertos de los hermanos de Andrés, cuerpos donde se condensa la venganza de Julio Mazzone, dirigida a Hipólita, quien, se nos muestra, ha sido su amante y, de acuerdo a sus propias palabras, la única mujer capaz de hacerlo reír. El cuerpo de Hipólita es, para Julio Mazzone, territorio de deseo y de conquista y, en ese sentido, espacio privado en el que despliega lo que en el espacio público encubre.
A pesar de la información de la que disponemos en nuestros días acerca de las guerras y los horrores que en ellas se cometen, en cualquier época histórica, llama la atención la persistencia en definir los cuerpos femeninos como territorios de ocupación y apropiación en el sentido más político del término. El cuerpo de Hipólita también es recipiente o receptáculo, a la vez que el lugar de gestación en sentido concreto y metafórico: gestación de los hijos que tuvo y de la venganza que los anima a consumar. Por otra parte, el cuerpo de Lucrecia, en tanto territorio de concreción de una violencia en la que aflora la óptica patriarcal heredada o transmitida de generación en generación tanto por hombres como por mujeres, es mutilado en sus funciones reproductivas no sólo de vidas futuras, sino de transmisión de información: al cortarle la lengua, lo que los victimarios hacen es interrumpir la cadena de la transmisión oral de la experiencia, tan característica del gran relato femenino, del que se nutren hombres y mujeres en una sociedad que, esperemos, sea menos violenta que la que nos muestra la pieza “Tragedia urbana”. 

Por: Ricardo Kosovski, Actor, Director y Profesor de Escola de Teatro UNIRIO (Rio de Janeriro)  
En la presentación del programa del espectáculo “D-Generación” se afirma que la obra “narra una historia que nace de una mentira y que termina en tragedia. Una tragedia urbana, actual. Atravesada por la violencia como reacción, como respuesta, como camino, como solución”.
La violencia no es un estigma de la sociedad contemporánea. Ella acompaña  al hombre desde tiempos inmemoriales, desde la prehistoria, pero en cada tiempo Ella se manifiesta de formas y en circunstancias diferentes. Adopta nuevas caras y se viste con variadas máscaras. La palabra “violencia” tiene como raíz, violar, que clásicamente tiene los siguientes sentidos: transgredir, profanar, forzar, obligar, hacer una acción impetuosa. La venganza hoy forma parte de las acciones de buena parte de la humanidad. 
El elenco recibe al público como personajes, con una atmosfera sugestiva, invitando al espectáculo teatral. Se crea un clima como si estuviesen en una especie de purgatorio teatral, en un ritual de espera: espera de que el público se acomode e ingrese afectivamente en el espacio; y espera de los personajes ávidos por comenzar la trama que los mantiene ahí, casi como una trama pirandelliana.
La puesta imprime resoluciones escénicas fuertes, definidas a partir de convenciones de una teatralidad pura y abierta. Hace uso de la especificidad del teatro sin ningún otro apoyo que no sea el actor y el espacio vacío, sin filtro, sin ilusión. La narrativa y la estructura épica en el sentido brechtiano son adoptadas explícitamente. Se entremezclan escenas cerradas de cuarta pared, dramáticas en esencia, con quiebres a partir de la enunciación de cada escena y la libre circulación de los actores-personajes.
Desde el punto de vista actoral, sin juicio de mérito, es visible el desenvolvimiento, la seguridad y la técnica sobre la cual se basa la actuación: dentro de una escuela que busca el realismo interpretativo. Los personajes se deslizan en la escena.
Una de las críticas que hago es en relación a la solución un tanto artificial y primaria en el uso de la pistola y las muertes que surgen a partir de los disparos producidos por el revólver.Menciono este aspecto porque considero el espectáculo sofisticado, con resoluciones creativas y maduras, y creo que eso mismo debería ocurrir en relación a las muertes causadas por arma de fuego. Yo ya había señalado días atrás, con Renato Ferracini, que siempre me pareció que matar y hacer escenas de sexo en teatro son las acciones más difíciles de realizar escénicamente, si se adopta el camino del realismo estricto. En esto el cine y la televisión Le llevan ventaja al teatro. Es necesario encontrar el registro teatral para eso. En la escena de la violación, por ejemplo, inteligentemente el espectáculo brinda un black-out dejando a la imaginación de lo que ocurre con Lucrecia en aquel acto de violencia sexual. Lo que imaginamos será siempre más cruel que aquello que se pueda mostrar en escena.
En cuanto al ser humano Shakespeare nos enseña algo importante, incluso fundamental: el hombre no es Bueno o malo, apenas es hombre. Shakespeare percibió lo que Marx descubriría más tarde: el hombre es una unidad de contradicciones, maldad y bondad que las carga en el pecho, al mismo tiempo y a todas horas. La política es, metafóricamente, un arte de hombres libres, justamente por el esfuerzo y el conocimiento que se requieren para gestionar acciones que regulen los Estados y preparen a las sociedades contra las trampas y las dificultades del destino.
Para Shakespeare, el arte encuentra sentido en la política ya que ésta se diluye en la vida. La política debe ser recuperada para poder descifrar mejor los secretos del hombre y la sociedad.
Como dice el personaje Macbeth: “La vida está llena de ruido y furia, pero al final no significa nada”. Y entonces, caemos en el vacío. Esta es quizás la lección que debe ser comprendida a través de Titus Andrónicus / D-Generación: mucha vociferación para nada o, incluso, “mucho ruido y pocas nueces”.






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